Pannonica, cambió una vida cómoda, lujosa, rodeada fundamentalmente de blancos impolutos por otra más errática, rodeada de músicos negros, con los que compartió alegrías, tristezas pero sobre todo, inolvidables horas de buen jazz.
Fue allí, en la Gran Manzana , donde su afición al jazz ,que engendró durante su permanencia en Francia, se desbordó y pudo contactar con alguno de los más famosos intérpretes de la década de los 50 y 60, cuyos nombres han quedado como imprescindibles del género jazzístico.
En 1954 acudió a un concierto de Thelonius Monk en la Sala Pleyel de París. Mary Lou Williams (pianista), le presentó a Monk. En ese instante nació una amistad ¿amor? entre ambos que duraría hasta la muerte del pianista.
Mecenas de los grandes del jazz, no sólo les consiguió nuevos contratos si no que defendió sus derechos para lo que se afilió al sindicato de músicos desde dónde consiguió que en 1967 se aboliera el carné para poder actuar y el que los músicos negros tuvieran que dejar sus huellas dactilares antes de actuar en los clubes. En numerosas ocasiones asumió la responsabilidad de las infracciones presuntamente cometidas por sus protegidos.
Es imposible saber cual fue la aportación de esta mujer al jazz. Imposible saber qué habría sido de músicos como Coleman Hawkins, epiléptico y solitario, de Bud Powell, depresivo, de Charlie Parker, atrapado por las drogas y el alcohol o de Thelonius Monk, a quien ayudó económicamente durante su misterioso retiro de varios años, no sólo del panorama musical, si no también del civil.
Nicca recorría cada noche, al volante de su Bentley, los clubes más concurridos del momento: Five Spot, el Village Vanguard, el Birdland, Minton’s Playhouse, o el Small’s en Harlem, en los que el humo impregnaba sus coloridos vestidos y sus cabellos castaños en extraña convivencia con su perfume.
Sentada en una mesa, con su enorme boquilla con la que fumaba un pitillo al que previamente había encendido con la desproporcionada llama de su mechero, oyendo, mirando el escenario, empapándose de jazz, pálida, delgada, mirada nostálgica, plena de momentos vividos.
La dedicaron una veintena de temas musicales, entre ellos Sony Clark (“Nica”, “My dream of Nica”), Kenny Drew (“Blues for Nica”), Tommy Flanagan (“Thelonica”), Horace Silver (“Nica’s dream”), Monk (Ba-Lue Bolivar Ba-Lue-Are y Pannonica).
Aconsejada por Thelonius Monk, adquirió una casa en Nueva Jersey a la que Monk bautizó Catsville (actualmente Cathouse). La palabra “cat” adquiere un doble sentido: gato, debido a los más de 120 ejemplares que poseía Nicca en esa casa y porque en la jerga afro-musical, “cat” significa tipo o músico. Precisamente en esa casa pasó gran parte de su “retiro” Monk al que se ha hecho referencia anteriormente.
Uno de los momentos más duros en su vida fue la muerte de Charlie Parker en su habitación del hotel dónde se refugió días antes de fallecer; este hecho fue recogido por Clint Eastwood en la película dedicada a Parker que lleva por título Bird y cuyos detalles le proporcionó la propia Nicca.
Nos dejó uno de los mejores reportajes fotográficos sobre los músicos de los años 50 y 60. Con su Polaroid fotografió a más de trescientos a los que preguntó cuales eran sus tres deseos. Ese extraordinario archivo gráfico se acaba de editar en Francia en forma de libro bajo el título: Les musiciens de jazz e leur trois voeux, en el que aparece en portada, como no podía ser de otra manera, la silueta del gran Thelonius Monk.
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