miércoles, 1 de diciembre de 2010

JOE “KING” OLIVER: Un rey sin corona




Paradójicamente el jazz de Nueva Orleáns se desarrolló fundamentalmente en el norte de Estados Unidos, principalmente en Chicago.


En el periodo comprendido entre 1916 y 1919 y los años 20, más de millón y medio de negros emigraron hacia el norte en busca de sociedades más tolerantes, lejos del sur segregacionista,  que les permitiera desarrollarse profesionalmente y la obtención de unos ingresos dignos  para vivir o simplemente sobrevivir. Ninguna profesión fue ajena a este fenómeno, conocido como la Gran Migración, y los músicos tampoco. Nombres como Freddie Keppard, Jelly Roll Morton, Sydney Bechet, Kid Ory, los hermanos Dodds,  Joe “King” Oliver y el mismo Louis Armstrong, abandonaron el sur. 

Estos músicos, junto a otros, sentaron las bases del jazz .Hablar de todos ellos, de  sus estilos,  su obra, sus grabaciones, sería largo y excedería el objeto de estas líneas; pero sí  vamos a detenernos   en  el cornetista y compositor Joe “King” Oliver. Empezaremos analizando primero su  aportación musical. Oliver fue uno de  de los reyes de Nueva Orleáns;  nos ha legado un conjunto de grabaciones enorme que nos han ayudado a comprender cómo sonaron los primeros músicos de jazz de los que no existen registros sonoros, convirtiéndose así  en  el máximo difusor de la música de Nuevo Orleáns. Su sonido fue algo áspero, sobrio y prudente.  Además, fue el gran impulsor de la improvisación colectiva (la individual se la debemos a Louis Armstrong). Fundó una de las mejores orquestas de la época, la Creole Jazz Band  a la que, en 1922, se incorporó el gran Louis Armstrong. como segundo corneta.  

Reconozco que mi primera intención fue utilizar a Oliver como excusa para hablar de Louis Armstrong, pero a medida que profundizaba en su carrera  y en su vida,  me pareció suficientemente interesante como para dedicarle todo el  Jazzcorner de este mes. Porque, si su valor como compositor e instrumentista es innegable, su vida no es menos interesante. Viajes  interminables por carretera en   autobuses que en más de una ocasión se averiaban. La falta de recursos económicos impedía su arreglo lo que le suponía perder numerosos contratos al no poder llegar a tiempo. De personalidad un tanto peculiar, en ocasiones portaba un revólver que dejaba encima del piano en los ensayos (Jerry Roll Morton hacía lo propio).

El crack del 29, la crisis económica, la escasez de trabajo y el cambio en los gustos del público, fueron llevando a Joe "King" Oliver a no poder vivir de la música. Sin apenas contratos, cayó en un estado depresivo, que fue agravado por una enfermedad letal para un músico de instrumentos de viento: la piorrea. La pérdida de todos sus dientes  le impidió tocar la corneta y le obligó a buscarse la vida, llegando incluso a regentar una frutería y terminando de  mozo de limpieza en unos billares por un salario ridículo.

Cartas  enviadas a su hermana que vivía en Nueva York, testimonian su precaria vida. Su situación económica era tan mala que le impidió poder visitarla  en Nueva Cork como era su deseo.
Murió en 1938 a los cincuenta y dos años de edad, de un derrame cerebral. Gracias al  dinero que su hermana ahorraba para pagarle el viaje, trasladó el cadáver al Bronx dónde fue enterrado. El dinero no fue suficiente para poner  una   lápida en su tumba. 

Por desgracia, la vida  y la muerte de Joe “King” Oliver no es un caso asilado entre los músicos del blues y del jazz,  si no algo relativamente común como tendremos ocasión de comprobar.

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