Asistir a un concierto, ya
sea un club, teatro o auditorio, es una gozada para los sentidos, todos los
sentidos. Si el artista que actúa forma parte de la élite mundial, la sensación
de placer se dispara
El Auditorio Nacional acogió
el pasado domingo a una de esos artistas que sobresalen del resto, Brad Mehldau.
Actúo sólo y en la Sala Sinfónica. No se completó el aforo y esto da que
pensar.
El concierto duró dos horas,
bis incluido. Durante ese tiempo Mehldau transformó lo clásico en jazz; el jazz
en clásico y hasta el pop (The Beatles entre otros) bebió en la fuente del mejor jazz. Con un
programa elegido no solo en su contenido si no también en el orden, Mehldau
encandiló al público, con esos acordes tan reconocibles (deberían bautizarlos acordes
Mehldau) con esas notas que sabe estirar hasta extremos insospechados, los
silencios en el momento justo. Recorrió el teclado desde los sonidos más graves
hasta los más agudos acariciando en ocasiones y golpeando en otras, todo para
regocijo del piano Steinway & Sons del Auditorio Nacional, que seguro que “gozó”
igualmente con este maestro del jazz.
Brad Mehldau, tímido, antidivo
firmó en Madrid un gran concierto. Al día de hoy no está programada una visita
a España con el baterista Mark Guiliana (Mehliana) presentando su nuevo trabajo,
esperemos que en 2014 podamos verle frente a los teclados electrónicos.
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